Sinopsis
Cuando tu madre es una loca obsesionada con la suerte y tu papá es el típico hippie, con cabello largo y el cuerpo lleno de tatuajes, es posible que no seas lo que la sociedad tiende a calificar como normal. Pero está bien, porque al fin y al cabo lo normal, además de eludir con vehemencia el ADN de mi familia, es jodidamente aburrido.
Aprendí el significado de la palabra desastre a muy temprana edad. Era algo para lo que parecía tener un talento especial. Si se tratara de un concurso, yo sería la reina. Creo que mi madre incluso tiene guardada mi corona en algún lugar.
Sin embargo, y pese a mis antecedentes, terminé como columnista en una revista ofreciendo consejos sobre romance y relaciones. Mi trabajo es bastante genial, si me preguntan. El único problema es la montaña de músculos enfundada en trajes pasados de moda con la que comparto cubículo: Samuel Mendoza.
* * *
Yo no tenía tiempo para el romance. Mi vida estaba planificada milimétricamente, y los cambios de última hora no tenían espacio en mi agenda.
Tampoco tenía espacio para rubias peligrosas con serias tendencias al desastre. No, definitivamente no tenía tiempo para Melina González, por eso recurrí a un método de siete pasos para mantenerla a una distancia segura.
Pero algunos planes están destinados a fracasar, algunos muros fueron levantados para caer, y algunos secretos no permanecen guardados por mucho tiempo. Aunque deseaba que no fuera mi caso, no estaba muy seguro de poder seguir resistiéndome a la impredecible rubia con la que comparto cubículo.
«Esto tiene la palabra desastre escrita por todas partes. Y en mayúsculas».
La novela es narrada por los dos protagonistas, Melina y Samuel, como si la escritora, Miriam Meza, confiara en que Melina no fuera capaz acabar sola la historia, por alguno de sus despistes, que tiene muchos —era broma—.
Realmente lo hace porque la versión de Samuel es necesaria para comprender la trama. Él se muestra introvertido, concentrado en su vida y se niega el derecho de vivir en el mundo que rodea su familia.
Lamentablemente, tengo que decir que la trama queda demasiado ligera, debido al protagonista masculino. Los presuntos «problemas» que, encontraba Samuel para negarse a la evidencia, se esfumaron demasiado rápido, negándonos a los lectores de la ansiada tensión sexual no resuelta con su compañera de cubículo.
Se nota que este hecho me ofendió, no entiendo que alguien lo considere un “problema” y menos el principal implicado. En este aspecto Melina se mostró más madura que él.
Melina es un desastre, pero nada irremediable o insoportable, como piensa ella que es. No comprendo cómo alguien que piensa tan poco en las consecuencias de sus olvidos, luego se preocupa tanto de lo que las personas piensen de ella. La pobre está acomplejada, se nota que la han reprendido mucho por su actitud, cuando ella lo no puede evitar.
Melina es… despistada y así hay que aceptarla.
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